La chica del tren

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De lunes a viernes, Rachel toma el tren de las 8:04 que va de Ashbury a Euston, en Londres. Es una de esas rutinas inquebrantables: el mismo paisaje, las mismas casas, los pasajeros de siempre y el mismo punto donde el tren se detiene unos segundos. Es entonces cuando observa desde la ventanilla a una pareja que desayuna tranquilamente en la terraza de su casa. Incluso les ha puesto nombre: el hombre se llama Jason; la mujer, Jess. Él podría ser médico; ella seguramente tiene alguna profesión liberal, relacionada con el arte o la moda. A Rachel le caen bien, parecen la pareja ideal y le recuerdan a ella y a Tom cuando vivían juntos en el número 24 de esa misma calle. En aquella época Rachel era feliz. Aún no estaba sola ni tenía el problema con la bebida... Un día, mientras se olvida de las miserias de su propia vida en su recorrido diario, ve algo a través de la ventana que echa por tierra la imagen idílica que tenía de la pareja. A medida que los días avanzan, Rachel se ve envuelta en una espiral de acontecimientos extraños que unen su destino al de Jason y Jess, que en realidad se llaman Scott y Megan... y que son de todo menos la pareja perfecta.